Ha llegado el momento en que Jesús, confiando en Su Padre, en su agonía dice: “En tus manos encomiendo mi Espíritu”. Jesús entrega su vida por cada uno de nosotros y la sigue entregando en los y las sufrientes de tantas estructuras espantosas que aplastan al ser humano. Con su entrega final, abre la posibilidad de enseñarnos que nuestra actitud frente a Dios Padre, debe ser absoluta y entregarnos a su voluntad con confianza de su infinito amor y que solamente quiere nuestra felicidad en la nueva vida a que estamos invitados a llegar.
Hoy la gente se muestra reacia a pensar en que algún día, el Señor nos llevará a la Casa del Padre, es decir, tenemos horror de hablar de la muerte física, “estamos todos marcados para morir”. ¿Cómo enfrentamos esta realidad? ¿Por qué tenemos temor de hablar de este tema? Si hay confianza en el Dios que nos ama y desea nuestra salvación eterna, no tendríamos que temer enfrentarnos a la muerte física. Hay que estar preparados para ese momento y desprendernos de apegos, crecer en la confianza, confirmar nuestra fe en el Dios Amor que entregó a su propio Hijo a esta prueba. No olvidemos que Jesús Resucitó y nos demostró que todos, tendremos esta experiencia de resurrección.
“La conmemoración de la Pasión de Cristo es una oportunidad que tenemos todos los años para recordar las numerosas veces en que hemos roto nuestra alianza con Dios, actuando con egoísmo y procurando afianzar nuestro propio poder a expensas no solo de otras personas sino de toda la creación…Al conmemorar el camino de Cristo hacia la crucifixión, siguiendo las reflexiones del Papa Francisco en “Laudato Si”, reconocemos en cada estación las rupturas importantes de nuestra Alianza con toda la familia de la creación de Dios. Permitiremos a los árboles, las plantas, las rocas, el suelo, el agua, los pájaros, el viento que nos enseñen algo con estas relaciones rotas” (JPIC)
ORACIÓN
Señor Jesús, te pedimos ser sanados de las terribles grietas abiertas en nuestra alianza con Dios y con todo lo que Dios ha hecho. Para que podamos tener el valor y la capacidad de ser agentes de sanación y de cuidado de nuestra casa común. Hacemos este camino en compañía de nuestra hermana tierra.
Enséñanos a poder aprender a decir: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. cuando llegue el momento de nuestra muerte.
Raquel Ayala rscj
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