13 de Abril de 2022

Miércoles Santo

Jesús en la Cruz, experimenta el dolor y tristeza de sentirse abandonado por el Padre. Le grita pidiéndole que le explique por qué le ha abandonado.  El Padre, pensando en toda la humanidad que está en la oscuridad por falta de fe, permite que su Hijo, asumiendo el peso de la falta de fe de todos los seres que no han entendido su misión, sienta el vacío y el abandono de su Padre. Es una situación dolorosa más aún que la de estar clavado en la Cruz, es el dolor íntimo del ser humano que se encuentra en las tinieblas y el abandono.

 

Hoy, en la realidad que estamos viviendo, los seres humanos elevamos el clamor del sufrimiento a nivel mundial y hacemos nuestro, el clamor de Jesús: Oh, ¿Dios por qué nos has abandonado? Sentimos el dolor de la pandemia, el dolor de las guerras, la violencia desatada en todos los niveles, el abuso de poder y tanta pobreza e inmigrantes buscando refugio… En esta situación insostenible, surge el llamado imperioso de ser mujeres y hombres de esperanza en este “mundo roto y bendecido”.

 

Jesús al exclamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”  Está sintiendo todo el sufrimiento de los seres humanos, y el Padre, rico en misericordia y amor, permite que su Hijo experimente el sufrimiento para redimirnos  y que aprendamos a mirar al cielo en los momentos que estamos viviendo en esta nueva era.

 

Aunque el dolor y sufrimiento de Jesús es real, en el fondo de su Corazón, no pierde la fe en la misión que le ha encomendado el Padre, para lograr la redención de todos nosotros, que hemos extraviado el camino enseñado por Jesús, en una palabra, reencontrarnos con Él en la Nueva Vida, gracias a Él, nuestro Salvador.

ORACIÓN

Señor Jesús, perdona nuestros pecados y errores que hemos cometido y que han sido causa de tanto sufrimiento y por el que has entregado tu vida para salvarnos. Ayúdanos a retomar el camino de la fe para aprender de ti, a “ser manso y humilde de Corazón” y así cumplir cada uno de los seres humanos la misión que Tú nos has encomendado a cada uno.

Raquel Ayala rscj