23 de Agosto de 2020

Evangelio según San Mateo 16, 13-20

Si hay algo que me gusta de este Evangelio, es que se refuerza el valor de la “experiencia”. Muchas veces los momentos importantes no suceden cuando llegamos o cuando partimos. Suceden “en el camino”, Jesús iba de paso por Cesárea de Filipo, y allí, en la intimidad de la comunidad lanza su pregunta: ¿Quién dice la gente que soy? Se hace necesario tomar distancia de los territorios que, aunque son cotidianos, nos condicionan. A veces necesitamos tomar distancia de los espacios que nos definen, para preguntar a otros y a otras, y a nuestra comunidad ¿cómo nos perciben? ¿Qué dice la gente que soy/somos?

De hacernos la pregunta en la intimidad de la comunidad. Las grandes preguntas se nos hacen personalmente. De tu a tú. Pero en el caso de Jesús, esto puede pasar en comunidad. Por eso en este ámbito colectivo me animo a preguntarnos, a nosotras, “mujeres en la Iglesia”: Y ustedes (nosotras) mujeres en la Iglesia: ¿QUÉ DICE LA GENTE QUE SON HOY? ¿QUÉ DECIMOS NOSOTRAS QUE SOMOS?

La construcción de la identidad siempre es en un camino de crecimiento. En un ida y vuelta de preguntas, algunas sostenidas sin respuesta y otras que en el camino se van respondiendo. Jesús primero le preguntó sobre los “decires” de la gente y luego a la comunidad, y fue Pedro: hermano comprometido con el proyecto de Jesús, que desde su viva experiencia pudo poner palabra a su experiencia de Jesús

Preguntarles a otros y otras, preguntarnos nosotras, mujeres en la iglesia y de la iglesia ¿Quiénes somos? ¿Qué decimos qué somos hoy? Es en esa revelación también se nos presenta la propia misión, el para qué. Siempre en diálogo con el contexto. Jesús reveló el proyecto de su Abba, en un contexto de opresión, exclusión e invisibilización. ¿Qué nos mueve de su proyecto? ¿Cuál es nuestro contexto hoy?

Hay experiencias que son fundantes y hay experiencias que fundan otras. Necesitamos tomarnos el tiempo para decirnos ¿Quiénes somos? ¿Quiénes dicen los demás/las demás qué somos? Construcción de identidad en el ida y vuelta de preguntas. Necesitamos contarnos lo que experimentamos cuando estamos juntos y juntas, cuando hacemos juntos/as, cuando construimos juntos/as.

Nombrar nuestra identidad, nos ayuda a vislumbrar la misión y la propia misión nos devela la identidad. Una configura a la otra. Puede suceder que nos confundan…Por eso solo la experiencia profunda, cercana, vital es la que da nombre, habilita. Tal vez sea necesario “no contarlo” e invitar a otros y otras a compartir nuestras experiencias, para que sea la vivencia en el espíritu que les revele quién es, quiénes son, quiénes somos.

La primacía de la experiencia develando identidad y misión.

 

Yamila Valeria Mandarín, hermana ADSIS. Educadora popular, psicopedagoga acompañante y comunicadora. Diócesis de Merlo-Moreno, zona oeste del Gran Buenos Aires, Argentina.

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