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   28 de Abril de 2020

¿Cuándo, pues, nos será permitido encontrarnos? Sólo Dios lo sabe.

Santa Magdalena Sofía escribe desde la ciudad de París Francia, a la Madre de Limminghe, el 13 de Mayo 1849 y dice: “Tu carta del 24, querida y buena amiga, me llegó ayer; ya ves no tuvo retraso. Me aseguran que la ocasión que aprovecho hoy será exacta; lo dudo, porque quién puede responder a los acontecimientos y en este momento, cuantos motivos tenemos para alarmarnos. Rogamos a María, es cuanto podemos hacer, en su mes querido. Ella será la paloma que lleve al Vicario de Jesucristo el ramo de olivo. Tú comprendes, querida Addolorata, mis deseos en este punto. Tal vez hay que tener un ataque también a ustedes. ¡Cuánto deseamos tus noticias! No nos las escatimes. La epidemia había disminuido, pero ha vuelto a aumentar desee hace algunos días. Se espera que no dure. Nuestra casa sigue preservada, pero no de las otras miserias. Tenemos viruelas en el Pensionado y la Madre Cahier aún en cama; hay que sufrir de todas maneras; ¿quién está exento, sobre todo en este tiempo? ¡Si pudiera verte solamente una hora, querida Addolorata, cuántas cosas tendría que decirte! ¿Cuándo, pues, nos será permitido encontrarnos? Sólo Dios lo sabe. No te hablaré de nuestros dolores, basta con los tuyos y los de nuestro Padre. Suframos más aún si Dios lo quiere, pero que su nombre, el nombre de Jesús, sea glorificado… No me atrevo a darte detalles de nuestra posición actual, sólo la tuya nos preocupa. La cruz está siempre con nosotras; pocas alumnas, pocas postulantes, todo está parado; una penuria extraña y grandes inquietudes para el futuro, si no pusiéramos nuestra confianza en Dios. Me limito a esto, comprenderás ciertamente. Adiós querida amiga, cuento con tu recuerdo ante Nuestro Señor; cree en mi grande afecto in C.J.M. Barat”

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