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    07 de Junio de 2022 - Por Verónica Quiñones

La experiencia de ser Oveja y ser Pastor

Considerando la Fiesta del Sagrado Corazón en nuestros días todo se hace posible como el poder considerar expectativas de tiempos mejores y mantenerse esperanzados. Jesús se nos presenta y se nos regala con su infinita bondad y con un corazón llenito de compasión y misericordia, regalo de su amor incondicional. Amor que se traduce en compañía constante, no estamos solos, considerar que su compañía es permanente. Jesús nos cuida y nos pastorea, somos ovejas de su rebaño.

“Sean pastores con olor a oveja”, fue la frase gatillo del Papa Francisco el 28 de marzo del 2013, cuando animaba a los sacerdotes a ser pastores cercanos, impregnados del dolor, de las alegrías del pueblo, sentimiento que Francisco hizo suyo desde siempre. ¿Qué nos quiso decir Francisco?  Que hay que impregnarse del otro, tanto te cuido, que me impregno de ti, te abrazo, te protejo, sé de tu caminar, sé de tus temores, sé lo que vives”

¿Cómo asociar el cuidado, el pastoreo y la misión?

Podemos contemplar, que nuestro peregrinar por este mundo globalizado nos hace apreciar como algunos se benefician del desarrollo económico y la nueva tecnología y como otros se atemorizan por la desigualdad y obstáculos que ello también genera. 

Por un lado, hay una necesidad imperiosa por vivir más y mejor en un medio libre de contaminantes, ojalá volver a lo natural, conservar los espacios libres y dejar crecer la hierba fresca, todo como un manantial de vida para poder seguir respirando al menos aire puro… pero no todo es tan romántico, también se requiere un mundo en que se pastoree la justicia, educación de calidad, salud sin lucro, vivienda digna, ambientes fraternos.

La parábola de la oveja perdida es un texto maravilloso que nos invita a reflexionar en el cuidado, en el autocuidado, en el cómo puedo ayudar a otros a cuidarse y en el cómo nos podemos cuidar entre todos. A veces se nos está pidiendo por mucho tiempo que cambiemos algunas de nuestras conductas que nos hacen daño y nosotros “no queremos escuchar y no nos dejamos ayudar”. Una persona cristiana que pastorea a sus hermanos, lo hace con convicción porque verdaderamente te ama, lo hace porque quiere que el Amor del Padre llegue a ti pero también hay un componente fundamental, debe haber firmeza al corregir, unas adecuadas palabras dichas con fuerza y bondad valen mucho más que aquellas que pese a demostrar preocupación, dejan ser, esto sobre todo pensando en niños y jóvenes quienes están más vulnerables al acecho del lobo social. Con las personas adultas muchas veces hay que ser también perseverantes en demostrarles que se les ama, ellos han acumulado más heridas en el alma y su aprendizaje fue en otros contextos no como hoy los propone la sociedad, un buen pastor necesita de flexibilidad, escucha y humildad.

Nuestro rebaño puede pasar a ser nuestra familia, nuestros amigos, nuestros subalternos o si te toca jugar un papel más preponderante puede que estés a cargo de un grupo o una comunidad cualquiera sea, pequeña o grande, incluso un presidente de la nación se transforma en un cuidador de su pueblo.

Podemos ser simplemente ovejas pasivas y llevadas, o ser ovejas comprometidas con el bien del rebaño, desde la mirada amorosa del Buen Pastor que ama a sus ovejas y sus ovejas lo aman y confían en él, tenemos un gran compromiso de cuidarnos unos a otros, cualquiera sea nuestro rol, allí tenemos una gran misión, imperiosa, amorosa, sólo dejarse llevar de la mano de Jesús.

El corazón del Resucitado nos llama a vivir una vida hermanada, una vida sencilla en la pradera comunitaria, en donde todos podemos tener un espacio de vida plena, respirar del aire puro, recrearse con el entorno, con la naturaleza, sentirse parte de ella ¿Por qué dejarnos descarriar, por qué ir a lugares que nos dejarán atrapados y sin salidas?

El Sagrado Corazón de Jesús, Buen Pastor, nos llama a caminar hacia nuestra plena alegría, la que construye un rebaño en libertad, donde brota el amor de Dios que nos llama a recibirlo y a entregarlo mediante nuestro servicio de pastores de otros y de nosotros mismos.

Verónica Quiñones, enfermera de la Comunidad Santa María de La Encina

 

 

 

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