¿Cómo presentarnos en pocas palabras? ¿Cómo describir en un instante la realidad, el carácter, la llamada y la lucha, los lazos que nos unen y la amplia comunidad que formamos las que somos llamadas por el mundo y por la Iglesia a ser en verdad religiosas del Sagrado Corazón?
Somos mujeres de más de 40 nacionalidades diferentes, de África, Asia, Europa, Latinoamérica, Caribe, Norte América, Oceanía… unas maduras por el tiempo, otras portadoras del reto de la juventud, mujeres forjadas por la enorme y rica diversidad religiosa, geográfica, política, económica y cultural… Somos mujeres que vivimos con y entre otras gentes, a veces, generosamente en la lucha y el arrojo heroicos, otras, en medio de la persecución, el hambre, la pobreza y el miedo; otras, en la abundancia, el confort y la seguridad. Dondequiera que estemos, estamos llamadas a ser pueblo con la totalidad del Pueblo de Dios con todos los pueblos de la tierra…
Hemos aprendido y todavía estamos aprendiendo lo que realmente significa “vocación”: ser llamadas a hacernos libres, fieles, activas, educadoras… Aprendemos que el mundo reclama nuestro amor, nuestro perdón, nuestra contemplación y tiene el derecho de encontrar en nosotras justicia, compasión, solidaridad con los pobres, los marginados, los oprimidos… Y estamos dispuestas a seguir aprendiendo que estamos llamadas a ser, queriendo ser, mujeres de fe, de comunión.
Nuestro compromiso hace de nosotras una comunidad, con aquellos con los que hacemos causa común en el Corazón de Cristo, el grupo grande o pequeño que guía, que se esfuerza por abrir su corazón a los necesitados para comulgar con sus aspiraciones de dignidad humana, para hacer de su causa la nuestra, para descubrir lo que ellos nos enseñan acerca del Evangelio, y para reconocer en ellos el rostro sufriente de Cristo. Una comunidad que alimenta las semillas de bondad…
Nos comprometemos a alimentar la vida, arraigadas en la fe en el amor de Dios al mundo y a toda familia humana…
RSCJ. Dcto. Educación un compromiso. 1988 (extracto)
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