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   06 de Diciembre de 2020

El Evangelio que anunciamos las Mujeres: San Marcos 1, 1-8

En este segundo Domingo de Adviento, Marcos nos presenta cómo Juan Bautista inicia la preparación del camino a la mayor manifestación de Dios. Anuncia la venida de Cristo, el hijo de Dios, y hace mención a los profetas y cómo esta profecía ha sido cumplida en el mensaje y la persona de Jesús.

Juan anuncia a Jesús, e invita a prepararnos; lo anuncia, pero no se apodera de su autoridad moral.

Juan podría haber dicho “Yo soy el Mesías”, pero no lo hace, aunque era reconocido como un hombre recto por todos. Todo lo contrario, él proclama que detrás de él viene “otro mucho más grande que yo, y no me atrevería ni siquiera de rodillas a desatar la correa de su calzado.” Su anuncio abre la vista a quien salva.

Juan prepara el camino, pero sabe que él no es el camino. No se deja tentar por la vanidad, ni el poder, y por eso replica con mucha fuerza: “No, yo no lo soy”.

Lo anuncia, lo espera, le prepara el camino con mucha fuerza, pero con la humildad de saber que él solo es testigo privilegiado de la gran manifestación de Dios. Juan es un hombre recto, no se apropia de esta manifestación, ni se siente el privilegiado, solo es él que tiene la misión de anunciar. Para esto se ha preparado.

Juan lo anuncia y nos llama a la conversión, y al arrepentimiento de los pecados

La gente se agolpa al llamado de Juan, los bautiza en el agua, sumergiéndolos en el río Jordán, como signo de pureza, pero no se luce con el éxito que tiene. Sabe que él que vendrá bautizará en el Espíritu Santo y nos invitará a vivir una vida entera, sumergidos en el Espíritu Santo de Dios.

Durante esta segunda semana de Adviento, el llamado es a preguntarnos: ¿Cómo anunciamos nosotros hoy día esta manifestación, esta venida de Jesús, el hijo de Dios? ¿Cómo preparamos este camino al que viene? ¿Cómo nos preparamos para recibirlo?

Que este tiempo de Adviento sea un llamado a vivir en Cristo, tiempo de espera y también de esperanza, tiempo de anunciar a Jesús y ser testigos de Su presencia entre nosotros, la presencia del que viene a transformar nuestras vidas. Que este tiempo de Adviento nos invite a una manera nueva de vivir.

Como mujeres y madres, sabemos muy bien lo que significa la espera. Al igual que María, la vivimos durante nueve meses antes de dar a luz a nuestros hijos; es una espera gozosa, la vivimos con la ilusión del hijo que va a nacer, y nos preparamos para vivir el gozo de esa vida nueva que viene y que nos transforma la vida.

Con el mismo gozo que sentimos con el hijo que está por venir, nos preparamos para él que viene, queremos ser sus testigos y dejarnos transformar por él.

Que nuestra vida sea un anuncio continuo de la Buena Nueva que tú nos traes: vivir sembrando amor, generosidad, justicia, solidaridad, vida de servicio; en nuestro trabajo, en la familia, en la sociedad., en nuestra Iglesia.

Te pedimos, Señor, en este tiempo de Adviento, la gracia de ser capaces de acogerte con un corazón nuevo, de ser testigos tuyos en el mundo y al estilo de Juan, siempre estando dispuestos a anunciarte, preparar tu camino, seguirte y hacernos tus colaboradores.

Cecilia Araya, acompañante espiritual, CVX - CEI, Santiago

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